Judith Butler es, junto a Nancy Fraser y Seyla Benhabib, una de las filósofas estadounidenses más importantes de la actualidad.  En la década de los años 80 comienza a extenderse su producción teórica y a conocerse  internacionalmente.  Al comienzo de la siguiente —en 1990—  publica ‘Gender Trouble. Feminism and the Subversión of Identity’, traducido en España como ‘El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad’.
Reconocida activista, Butler lucha por los derechos de las minorías sexuales y étnicas. Rechaza las guerras, como las de Afganistán e Irak, y denuncia la política israelí en relación a la ocupación de Palestina, lo que le ha granjeado numerosos problemas y críticas, principalmente en Estados Unidos y en Alemania. En  algunos círculos es considerada una heroína y un estandarte de movimientos que han encontrado en ella su voz. Levanta pasiones con la misma intensidad que levanta rechazo, críticas, incluso odios. Su influencia abarca desde la teoría y el activismo feminista y queer hasta los estudios de género, la teoría poscolonial, la sociología, los estudios culturales y visuales (arte y cine), el análisis literario, el derecho, el psicoanálisis, la filosofía política y la teología.
Judith Butler es una pensadora y una activista, lo que significa que no se parapeta en su  despacho universitario sino que sale a la calle y grita contra el sistema, exige visibilidad para todas aquellas personas cuyas vidas están en situación precaria, y pide argumentaciones y no falacias. En definitiva, Butler defiende el derecho de las minorías a ser vistas, a ser lloradas, y a ejercer el derecho al pensamiento y a la libertad de obra y de expresión, exigencias que a más de una han llevado al paredón, a la guillotina o a la cicuta.   
Sus tomas de posición en  el campo del género y en los  ámbitos sexuales progresistas han sido de tal magnitud que han llegado a originar nuevas concepciones del feminismo, fundamentalmente debido a las polémicas y debates surgidos desde los movimientos LGBT y Queer. No es una pensadora convencional, y nada de lo que dice deja indiferente a nadie porque la fuerza de sus argumentos y el carisma de su persona, unidos a su coherencia a la hora de enlazar lo que hace con lo que dice y piensa, la convierten en una de las pensadoras más controvertida, interesante y lúcida del siglo XXI.
Butler es, por tanto, figura señera y se ha convertido en un icono, una moda, una tendencia o todo  a la vez. Su impacto en el feminismo a través de sus investigaciones, análisis,  discursos  y trabajos, han cambiado el curso del mismo,  de tal forma que hoy en día hablamos, con palabras de Elvira Burgos, de un «nuevo feminismo». Judith Butler es innovadora, es diferente, y su manera de reivindicar, de trabajar y de escribir sobre el género y el sexo, contrasta con el de otras pensadoras y activistas del momento, sin olvidar la enorme atracción  que ejerce sobre las minorías sexuales. Ella habla de la ambigüedad del género y esa ambigüedad  se  refleja en  su físico, vestida de  negro, cabello  cortado  a  lo garçon, andares masculinos que contrastan con un estereotipo convertido al cabo del tiempo, según ella misma señala, en una segunda naturaleza. Aquí hay que mencionar su manera pausada y tranquila de hablar, una sonrisa perenne en el rostro, expresión lúcida, humilde y cercana de una persona de enorme talla intelectual y moral.
Judith Butler, nacida en Cleveland (Ohio) en 1956 y de familia judía  comprometida social y políticamente y muy ligada a la industria del cine, cuenta en un documental de Paule  Zadjermann, ‘Judith Butler. Filósofa en todo Género’,  cómo,  desde pequeña, en la escuela, utilizaba ciertas estrategias para lograr sus fines y cómo su familia se conformaba a algunas normas de género transmitidas por las películas de Hollywood en su afán de asimilarse a la sociedad norteamericana. De tal manera que su madre se transformaba en Joan Crawford y su abuelo en una mezcla de Clark Gable y Omar Shariff.
Lo que Judith Butler refleja y defiende, a mi juicio,  por encima de cualquier cosa, es la libertad que todo ser humano tiene o debería tener para vivir su vida sin imperativos de ninguna clase, sin ser interrogado, ni justificar sus preferencias ni dar cuenta de ellas. Afirma la sexualidad libre, sin constricciones, sin encasillamientos, sin juicios morales, sin injerencias estatales ni sociales. ‘El género en disputa’ o ‘Cuerpos que importan’ reflejan las preocupaciones e intereses de gays, lesbianas y  transexuales, que también forman parte de la sociedad y parecen no existir más que en los márgenes de los discursos, en los afluentes de las corrientes principales que los excluyen y categorizan como lo abyecto, lo “otro” del universal que es el hombre y la mujer con mayúsculas. Una parte del éxito de Butler se debe a que sabe plantear preguntas e intentar responderlas teniendo en cuenta el amplio espectro que conforma  la realidad. Por tanto, no ha de extrañarnos su éxito tanto dentro como fuera de los círculos académicos, primero en Estados Unidos después en Europa, especialmente en España y Alemania.   
Fotografía: Andrew Rusk ©