jueves, 11 de julio de 2019

Resignificando la tuna. Una perspectiva feminista

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Editorial: Resignificando la Tuna. Una perspectiva Feminista

Hace tiempo el Director de la revista me pidió que escribiera sobre la tuna desde una perspectiva feminista, habida cuenta de los ataques que viene recibiendo desde ciertos sectores muy críticos con lo que lo que ésta representa. No voy a remontarme a sus orígenes, ni a tratar de clarificar el significado que tiene desde el punto de vista musical, cultural, social y económico. De lo que tra-taré es de aclarar, desde mi perspectiva como feminista, la relación entre tuna y feminismo, que lejos de ser “peligrosa”, puede ser altamente provechosa. Para ello intentaré resignificar a la tuna, dándole un significado alejado del sentido al uso que se tiene de ella y más próxima a lo que re-presenta en nuestros días.

La tuna no tiene buena prensa. Desde ciertos sectores de la sociedad, el tuno es sinónimo de pijo, referente de prácticas amorosos arcaicas y trasnochadas, propias de otro tiempo felizmente supe-rado por el progreso y la modernidad. Es visto como un machito que acosa a las mujeres, vestido con mallas y capa, muy identificado con la España franquista y, por tanto, representativo de va-lores caducos, conservadores y machistas. Su ronda es vista como exponente de un concepto de a-mor romántico que convierte a las mujeres en objetos amorosos y las relega a un papel secundario y desigual. Para muchos es algo casposo, masculinista, antiguo y ridículo. Pero la tuna no es un ente abstracto. La del siglo XIX formada únicamente por varones no es la del XXI. En el XIX, Concepción Arenal, asistía a clases de Derecho en la Universidad de Madrid disfrazada de hom-bre, y el número de mujeres matriculadas en la universidad española entre 1882 y 1910 era de 36. Hoy, a la universidad asiste cada cual vestido como quiere y el número de mujeres matriculadas ya supera al de los hombres. La tuna del presente se ha diversificado y deviene en prácticas moti-vadas por un cambio de mentalidad más acorde al contexto histórico y social en el que vivimos. Ahora las mujeres también son tunas, y salen a la calle tocando y cantando como ellos, pasando la pandereta, concursando en certámenes… ¿Se trata de imitación de los roles masculinos, copia de una práctica de un discurso heterocentrado que convierte a las femeninas en sucedáneos de sus homólogos varones? ¿Las tunas femeninas son machistas? ¿Son valedoras de una tradición que las convierte en costillas de Adán? ¿O por el contrario podemos hablar de tunas feministas en las que las mujeres defienden su derecho a tunar, rondar, cantar y apropiarse de los espacios calleje-ros, plazas y bares, a ser vistas y oídas y miradas como iguales y no como idénticas? Ahí quizá esté la clave de la transformación de una visión cargada de prejuicios y tópicos en otra donde se contemplen antiguas tradiciones adaptadas a los nuevos tiempos, donde la libertad de expresión, incluso en los costumbrismos musicales, sea no sólo un derecho, sino también un hecho. La tuna es una manifestación cultural de nuestro país, de Portugal y de países americanos. Las hay mixtas y segregadas, y con manera de ser propias de cada lugar. Es una forma musical y vital legítima como otra cualquiera y hay que defender, independientemente de que compartamos o no sus valo-res, su derecho a existir. Ser tuna o tuno es la libre expresión de una estética artística existencial, tan legítima como cualquier otra. Se puede ser tuno y feminista de la misma manera que se puede ser revolucionario y machista, aunque esto último, no se deba. Resignificar la tuna es, por tanto, verla desde los ojos del presente como una tradición musical que no fomenta ni el clasismo ni el machismo, sin dependencias económicas de instituciones y partidos políticos sino sufragada por los propios bolsillos de sus constituyentes, y que ha logrado sobrevivir a tanta importación musi-cal extranjera manteniéndose como parte de un patrimonio cultural propio, pero adaptada a las exigencias de una sociedad diversa y plural, en donde todas las formas culturales tengan cabida.


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